Investigadores del grupo de Neuroinmunología del IIS Biogipuzkoa (Miriam Gorostidi-Aicua, Iraia Reparaz, Ane Otaegui-Chivite, Leire Romarate, Idoia Mendiburu, Maialen Arruti, Tamara Castillo-Triviño, Laura Moles y David Otaegui) en colaboración con el investigador del mismo Instituto Koldo García y con Alvarez de Arcaya (del grupo de esclerosis múltiple del IIS Bioaraba) han publicado un trabajo en la revista Microorganisms donde han analizado la interacción de bacterias y hongos en la microbiota intestinal y su relación con la esclerosis múltiple (EM).

Esta es una enfermedad que afecta al sistema nervioso central mediada por el sistema inmune en la que se ataca a un componente propio de nuestras neuronas, la vaina de mielina. Es la principal causa de discapacidad neurológica no traumática en personas jóvenes (20 a 40 años). La EM tiene varias presentaciones clínicas siendo la remitente-recurrente la mayoritaria. Ésta se caracteriza con episodios de discapacidad neurológica que duran al menos 24 h (recaídas), seguidos de períodos de recuperación completa o incompleta (remisión).

Definimos microbiota intestinal como los microorganismos que viven en nuestros intestinos. Desde hace tiempo se sabe que son necesarios en el funcionamiento de nuestro organismo, con muchas funciones, entre las que destaca la regulación del sistema inmune. Aunque las bacterias son el componente más conocido de la microbiota, las levaduras y los hongos (conocidos como micobiota) tienen un papel clave en las dinámicas de la microbiota. Debemos entender la microbiota como un complejo ecosistema perfectamente regulado, en el que poblaciones minoritarias, como los hongos, pueden desempeñar un papel importante.

En este estudio, se analizaron las bacterias y hongos que se encuentran en las heces en 62 personas con EM y 36 personas sanas, reclutadas en el Hospital Universitario Donostia y en el Hospital de Araba. Los resultados sugieren que las personas con EM tienen un perfil microbiano distinto, tanto analizando la diversidad, como la abundancia o las relaciones entre bacterias y hongos. De hecho, grupos de bacterias que se saben que son beneficiosos para la salud eran más escasos en personas con EM y el patrón de las relaciones entre bacterias y hongos estaba más desdibujado en personas con EM. Estas dinámicas complejas pueden sugerir que tanto las bacterias como los hongos están implicados en el desarrollo del EM.

Los autores esperan que estos resultados sirvan para entender mejor las complejas relaciones entre bacterias y hongos, y el efecto que pueden tener en el desarrollo de la EM, y abrir así un camino que sirva para entender mejor esta enfermedad. Añaden que “Es un estudio inicial que debemos corroborar en futuros trabajos pero que potencia nuestra línea de investigación centrada en modular la microbiota: Si podemos entender mejor cómo funciona podremos diseñar mejores intervenciones (a través de la dieta o de probióticos) para la modulación de la microbiota con el objetivo de tener un efecto en la sintomatología de la enfermedad”.

Este estudio ha contado el apoyo del Departamento de Salud del Gobierno Vasco (código 2019111013) el Instituto de Salud Carlos III, la UPV/EHU y el CIBER de enfermedades neurodegenerativas (CIBERNED); y ha sido publicado en la revista Microorganisms.

Artículo realizado gracias al grupo de Neuroinmunología.